domingo, 17 de octubre de 2010

EL ASNO Y EL LORO / EL MONO Y EL LORO

Italo Svevo / Alphonse Allais
A Rascal Rat Nº 7 - Minicuentos paralelos.


EL ASNO Y EL LORO

Había en un molino, además del asno que hacía girar la rueda, un loro que sabía decir pobrecito y el nombre del amo y muchas otras cosas. Se enfermaron los dos y vino el médico.

—¡Es por mí! —dijo el loro—. Me cuidan porque tengo plumas hermosas.

—¡Pero no! —respondió el asno—. Al médico lo llamaron por mí, porque soy yo el que hago girar la rueda.

—¡Pero yo sé decir pobrecito!

—Pero yo hago girar la rueda.

—Pero yo lo saludo al amo cuando pasa.

—Pero yo hago girar la rueda.

El médico curó al asno y dejó morir al loro.

Así está hecho el mundo, y es de maravillarse que el gris de la piel del asno no recubra toda la tierra y no desaparezcan del todo las encantadoras plumas coloreadas.

Traducción de Carlos Cámara


EL MONO Y EL LORO

Hablando de loros, ¿conocen la fábula persa "El mono y el loro", ficción tan ingeniosa y a la vez tan fértil en enseñanzas de todo tipo?

No la conocen, me dicen; hubiera apostado a que era así.

Desgraciadamente, para contarla bien haría falta la pluma del viejo La Fontaine o la del joven Franc-Nohain, y yo no tengo a mi disposición ninguno de esos dos utensilios.

Conformémonos entonces, por esta vez, con una excelente prosa a lo Fléchier, si puedo expresarme así:

Había una vez, en el mismo palacio, un mono y un loro.

Y había todo el tiempo, entre esos dos animales, eternas discusiones sobre sus méritos personales.

—Yo —decía el mono— hago muecas como el hombre. Como el hombre, gesticulo. Mis patas de atrás son piernas y pies, las de adelante brazos terminados en manos. De un poco lejos se me tomaría por un hombre, un hombre pequeño, pero un hombre.

—Yo —decía el loro— nunca he tenido la tonta pretensión de hacerme pasar por un hombre, pero del hombre poseo el más bello atributo, ¡la palabra! Puedo recitar versos hermosos y cantar músicas inefables.

—Yo puedo hacer pantomimas —replicaba el mono.

— ¿Pantomimas? —decía el loro, riendo con sorna y encogiéndose de hombros—. ¡La pantomima, arte inferior, último recurso de comicastros afónicos!

—¡Arte inferior! —se indignaba el mono—. ¿Entonces usted no ha leído la última crónica de Mendès sobre la pantomima?

— ¡No! —replicaba el loro en tono seco.

En una palabra, el mono era partidario del Gesto, y el loro del Verbo.

¿Cuál de estos era superior y se encontraba más cerca de la humanidad: el Gesto o el Verbo? That was the question.

¡Un día la disputa tomó proporciones desmesuradas y nuestros dos animales estuvieron muy cerca de irse a las… patas!

Felizmente, el escándalo se evitó gracias a una aguda ocurrencia de nuestro mono, que se quedó con la última palabra:

—¡Usted hace muecas, yo hablo! —repetía el loro por milésima vez.

—Hablas, hablas —se impacientó el mono—. Pues bien, ¿y qué otra cosa hago yo, especie de idiota, desde hace una hora que estamos aquí discutiendo tontamente?

Con lo que el loro tuvo que cerrar el pico.

Traducción de Carlos Cámara


Los autores

Italo Svevo

La importancia de Italo Svevo (Trieste, 1861 - Motta di Livenza, 1928) en la literatura contemporánea se debe, sobre todo, a su novela La coscienza di Zeno (1923), obra capital que apoyándose, con desconfianza, en las doctrinas freudianas, analiza minuciosamente las experiencias vitales del protagonista; obra que, por lo demás, probablemente no habría escrito ni publicado nunca de no haber sido por la admiración y el aliento de James Joyce, su profesor de inglés, que lo sacó del desánimo en que lo había sumido la tibia recepción que habían merecido sus dos novelas anteriores, Una vita (1892) y Senilità (1896). Pero además de las obras por las que es mundialmente conocido, Svevo escribió cuentos, en su mayor parte inconclusos, en que aborda con sutileza, originalidad y delicado humor sus obsesiones características: la frustración, la soledad, las aspiraciones vanas, la impotencia, la vejez.





Alphonse Allais

Nacido en Honfleur en 1854, muerto en París en 1905, Alphonse Allais creaba, según Jules Renard, "como Dios, de la nada", en una improvisación siempre eficaz y con fantasía inagotable; salvo que, a diferencia de la "Otra", la creación de Allais, desconocedora de angustias y tragedias, es una pura fiesta del ingenio. Patafísico avant la lettre sin desfallecimientos, prodigó en su obra prolífica los juegos y construcciones verbales que, mucho más tarde, darían celebridad a escritores como Queneau y Perec. Fabricaciones absurdas, como su cuadro "Estupor de jóvenes reclutas al ver por primera vez tu azul, oh Mediterráneo" (un simple rectángulo azul), anuncian, en el tono que sin duda más conviene a "hallazgos" de este tipo, el humorístico, producciones del arte contemporáneo como el famoso bleu de Klein. Su obra consta de cientos de cuentos, artículos, poemas, invenciones y pensamientos estrafalarios, así como de algunas obras de teatro. La presente "fábula" pertenece en su libro Pour cause de fin de bail.





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